La música que crees.

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Tengo que confesar que una de las actividades en música que más me ha atraído -y no he desarrollado- es la creación de música para películas. Desde que a los 18 años incursionara en la composición para teatro en el ámbito universitario (*), me di cuenta de algo casi mágico: la potencia de la influencia de la música en lo que los espectadores están viendo. La trascendencia que tiene sobre lo que percibe la audiencia.

Este impacto se aprecia sobre todo en el cine o en los vídeos publicitarios, en donde una misma escena puede variar completamente de sentido dependiendo del fondo musical que acompañe a las imágenes. Es algo que los directores de cine saben muy bien y por ello trabajan estrechamente con los compositores para generar el efecto que quieren lograr y poder transmitir el mensaje deseado.

Un ejemplo muy interesante –y divertido- se puede encontrar en este fragmento de “Piratas del Caribe”, donde para una misma escena se compara la banda sonora original con otras de diferente carácter: https://www.youtube.com/watch?v=Xl2lqBonAk0

Existen asimismo algunos estudios científicos, como el que se realizó con un documental sobre tiburones, que demostró empíricamente que al variar la música de fondo del mismo documental, las actitudes y juicios posteriores de los espectadores hacia los tiburones cambiaban: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4972383/

Algo bastante más sencillo y rápido para poder comprobar esta influencia se puede hacer al presionar mute en el control remoto de la tele cuando miramos una película. Sobre todo si es de suspense o terror: en silencio, la escena puede adquirir una connotación más neutra, por ejemplo, pasamos a ver simplemente imágenes de una habitación, de un paisaje o de una persona que va caminando o está pensando.

Sin embargo, lo más interesante de este fenómeno es su cabal analogía con el funcionamiento de las creencias.

De creencias se habla mucho y yo mismo he escrito varios posts al respecto. Las creencias son “verdades” que hemos ido generalizando y reafirmando a lo largo de nuestra vida, adquiridas en buena medida a través de situaciones o experiencias -propias o ajenas-, especialmente en edades tempranas. Su importancia para determinar nuestra manera de ver la realidad es muy clara.

Recordemos que la realidad ocurre siempre en el contexto de la interpretación humana. Al enfrentarnos a una situación, lo que hace nuestro cerebro es captar una parte de la misma, hacer una interpretación y darle un significado para poder sacar conclusiones y actuar en consecuencia. Todo este proceso, muchas veces casi instantáneo, se realiza a través del tamiz de las suposiciones y creencias que tengamos, es decir, de lo que para nosotros “es verdad”.

Las creencias influyen directamente en la manera que percibimos e interpretamos la realidad y en consecuencia condicionan nuestra forma de pensar, actuar y sentir. Exactamente igual que lo hace la música en una película.

Las creencias son la música de fondo de nuestros pensamientos.

Por ejemplo, si una de mis creencias de base es “desconfío de los extraños”, toda vez que se me acerque o me contacte alguien, lo juzgaré con recelo o temor, al igual que cuando escucho música de suspense o terror, lo que estaré viendo me dará miedo. Si por el contrario tengo desarrollada una creencia que me diga que “las personas extrañas pueden representar oportunidades”, mi actitud ante un nuevo contacto será otra, más receptiva. La música que estaré escuchando será probablemente más ligera y distendida, y esa misma escena –esa situación-, tendrá un sentido completamente diferente. De allí que una misma realidad pueda ser vivida de muy diversas formas.

Cabe remarcar que todo esto es igualmente válido a nivel organizacional. Las compañías también poseen creencias, conceptos manejados como verdades, que se reflejan en lo que denominamos la cultura organizacional, los modos de pensar y de hacer de la organización. Las compañías tienen también una música de fondo que sesga sus políticas y acciones.

Esta similitud entre el funcionamiento de las creencias y la influencia de la banda sonora en una película no solo nos ayuda a comprender mejor cómo operan las mismas, sino que nos brinda una muy buena noticia: darnos cuenta de que somos los compositores de la música que escuchamos en cada escena, esto es, ante cada situación que vivimos.

Como tales, esto reafirma un gran poder: somos nosotros mismos, con nuestra música los que determinamos en buena medida el sentido que damos, el carácter que imprimimos y en consecuencia, el impacto que tendrá lo que afrontamos.

Si en algún momento de nuestras vidas esto ha quedado patente, ha sido sin duda en las largas semanas y meses que hemos vivido durante la pandemia del Covid-19. Ha sido una realidad que hemos enfrentado con muy diversas músicas de fondo -incluso literalmente, como con el “Resistiré” del Dúo Dinámico- y ello ha definido de forma categórica cómo cada uno ha pasado este período.

Esto no significa que componer una nueva música sea fácil, pero lo importante, como gran primer paso es ser consciente de qué música de fondo estamos escuchando, cuál es la creencia principal que está “sonando”, qué carácter tiene, qué condicionamiento está produciendo en lo que estamos percibiendo de la realidad.

¿Cuál es la música que estás escuchando en esta situación?

Y como en el ejemplo anterior de Piratas del Caribe, poder preguntarnos qué pasaría si lo escuchara con otra música, esto es, si cuestionara la creencia, si la pusiera a prueba cambiándola por otra que nos pudiera dar lugar a otra percepción, a otra perspectiva.

¿Cómo sería poner otra banda sonora a esta circunstancia?

En todo caso, si aplicar una nueva música -modificar la creencia- nos resulta difícil, recordemos que podemos utilizar el recurso del control remoto: pulsar mute y acallar la ambientación sonora, ver solo la escena, intentar apreciar la realidad abstraída de la influencia de las creencias y supuestos, percibirla de una manera al menos más neutra.

¿Qué percibes de la realidad cuando silencias la música de fondo?

En definitiva, plantearnos estas preguntas para escuchar, modificar o silenciar la banda sonora ante lo que vivimos nos ayudará a reforzar esa maravillosa y distintiva capacidad del ser humano: poder elegir nuestra actitud.

Te invito a probarlo. Ahora sabes que todos llevamos un músico dentro.

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(*) Colaboré -y me divertí mucho- haciendo música para el Grupo de Teatro de la Universidad Católica del Uruguay, dirigido entonces por Marcelino Duffau y para el Grupo de Teatro de la Facultad de Ciencias Económicas de la UDELAR, dirigido por un muy joven Franklin Rodríguez.

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