EGO (Ese Gran Obstáculo)

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Si hay una pregunta que genera reflexión, duda -y debate a través de la historia- es ¿Quién eres? O en versión individual: ¿quién soy?

Está claro que no soy mi nombre, mi profesión o mi situación familiar. Sin embargo, es curioso, porque la mayoría de las veces que la gente se presenta para decir quién es, comienza por estas tres cuestiones.

Hay veces que nos presentamos mencionando alguno de nuestros valores preferidos. En mi caso por ejemplo, me gusta definirme como “libertad, libertad de elección”.

Pero lo cierto es que eso es poco representativo de quién soy.

En buena medida, nadie discutirá que somos un universo: somos y tenemos un universo dentro, del que podemos ser más o menos conscientes y donde reside todo lo que pensamos, decimos, hacemos.

Ese universo lo representamos metafóricamente como un iceberg (*), dado que algunos elementos son visibles (conductas, acciones, opiniones expresadas, habilidades y conocimientos demostrados) y otros, la gran mayoría, no están a la vista, aunque son los que sostienen a los visibles (percepciones, juicios de valor, expectativas, creencias, valores, necesidades, motivaciones, personalidad, nuestra esencia,…). Las emociones estarían cerca de la ‘línea de flotación’ de ese iceberg, por encima o por debajo, dependiendo de cuánto de ellas dejemos ver.

Todo eso dentro nuestro. Todo eso conformando quiénes somos. Quién soy yo. Etimológicamente, del latín, quién es mi ego.

Ego, una palabra tan utilizada por la psicología, la filosofía, la antropología y que al final, encierra las cualidades de las que estamos hechos, sean éstas definidas en forma científica, metafísica o religiosa.

Ego, fundamento para mencionar propiedades o atributos negativos:

  • Utilizado en el lenguaje coloquial para nombrar el exceso de autoestima. Sobrevalorarse, estar demasiado centrado en uno mismo, transformarse a sí mismo en objeto de deseo. Es lo contrario de la humildad.

  • Raíz de dos conceptos que se confunden y no son lo mismo, Egoísmo y Egocentrismo. El primero, apunta al inmoderado amor a sí mismo y el propio interés, sin cuidar ni atender a los demás. Es lo opuesto al altruismo. El egocentrismo, por su parte, se refiere a la desestimación de otras visiones o puntos de vista y a poner el foco de atención sólo en las propias opiniones y acciones. Sería lo contrario a la empatía.

  • Referencia por tanto de la “mente reactiva egoica”, esa forma de pensar donde sólo prevalece ‘el uno mismo’ y que nos puede llevar por ejemplo a hacernos la víctima o tener un comportamiento retorcido para lograr nuestro propósito. Es lo opuesto a la mente creativa consciente y generosa.

  • Base también de un concepto llamado “voz egoica disfuncional” y que en Coaching llamamos “Saboteador”, aquella voz interna que todos escuchamos en algún momento y que nos dice entre otras cosas que no debes, no puedes, qué dirán, tienes que complacer, tienes que ser perfecto, no lo intentes. Es la voz contraria a la de la valentía, la autenticidad y la confianza.

Como podemos apreciar, estos aspectos del Ego implican que una parte de mí más que favorecer, entorpece.

De allí que si hemos avanzado, si hemos crecido en la vida, podamos decir que el verdadero mérito es haber llegado no por quien soy, sino a pesar de quien soy.

Aunque parezca un contrasentido, diría que esta es la cuestión que ayuda a dar significado a lo que somos.

En otros términos, si hemos progresado, si hemos evolucionado, es porque hemos puesto esos ingredientes tales como la humildad, la empatía, la generosidad, la valentía, la autenticidad, la confianza, necesarios para contrarrestar esos alcances negativos del Ego.

En consecuencia, esos ingredientes TAMBIÉN forman parte de mí.

Y he aquí lo más interesante: esos factores cobran sentido en buena medida en relación al ‘otro’, a personas y también a aspectos que están fuera de mi como la naturaleza, la belleza, la verdad y que para apreciarlas necesito quitarme de la ecuación o al menos no ser la variable más importante.

Quién soy yo, al final, necesita por una parte bucear en esa profundidad del iceberg para conocerme hasta la esencia misma y no quedarme en la superficie ‘visible’ del clásico “yo soy así”. Requiere conectar conmigo, con mi verdadera naturaleza, honrándome.

Quién soy yo precisa también remover las connotaciones negativas del Ego, generar altruismo, humildad, autenticidad, para volcarnos hacia el otro, ponernos al servicio de los demás, sin olvidar quiénes somos, mas sí quitándonos del centro, del protagonismo. Conectar con el otro, contribuyendo.

Equilibrar y trabajar estos dos aspectos, son la clave para aproximarnos, cada día, a esa pregunta: y tú, ¿quién eres?

No te olvides de planteártela.

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(*) propuesto inicialmente por la famosa psicoterapeuta Virgina Satir

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